Por
Elías Nieto Raymundo
Carlos García Miranda fue finalista en el
concurso "Cuento de las Mil Palabras", organizado por la revista
Caretas en 1992 y diez años más tarde finalista del premio Copé de cuento. Internacionalmente
ha obtenido el Primer Premio en el "Primer Concurso Iberoamericano de
Cuento sobre la Discriminación", en Argentina, ha sido Finalista en el 4°
Certamen Internacional de Relato Breve - 2007, organizado en España por el
portal La Lectora Impaciente y obtuvo el segundo puesto en el "IV Premio
Sexto Continente de Relato Negro", convocada por Ediciones Irreverentes en
Madrid.
Docente en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, magíster en Filología Hispánica por el Instituto
de Lengua Española (Consejo de Investigaciones Científicas) y doctor por la
Universidad de Salamanca, España.
Empezaré con una interrogante que vincula,
irremisiblemente, su labor de crítico con la de creador. En el sentido de
exploración y confirmación de aparentes universos inconexos. Cuéntenos sus
primeras experiencias como creador, en qué momentos escribía y cómo fue
desarrollándose paralelamente con la de su formación como crítico literario.
Mi primera experiencia creativa ocurrió cuando mi profesor de Literatura nos dejó como tarea continuar el cuento "El vuelo de los cóndores", de Abraham Valdelomar, que terminaba cuando el homónimo del autor se despide de Miss Orquídea -la niña trapecista- en el embarcadero del pueblo. En mi versión, que fue publicada en el mural del colegio, Abraham viaja por varias ciudades del Perú buscando a la niña. Tanto me agradó esta experiencia, que seguí escribiendo extensas historias y poemas a lo largo de mi adolescencia. Pero más que escribir, leía mucho y de todo, incluso hasta los boletos del microbús y los trozos de revistas y periódicos que encontraba en la calle. Era como una enfermedad, por lo menos eso me decían en casa. Logré controlar más o menos esta manía cuando terminé el colegio, conseguí un empleo de medio tiempo y pude dedicar las tardes –hasta más o menos las siete- a leer a todas mis anchas en la Biblioteca Nacional de Lima. Leí con tal voracidad que de alguna manera me curé de la manía de leer cualquier cosa -aunque a veces, frente a algunos libros, me asalta la duda. Fue en la universidad donde, por exigencias del estudio, tuve que ser un lector más selectivo y profundo. En esta nueva etapa empecé a desarrollar paralelamente la creación literaria y la crítica, gracias al estímulo de mis profesores y compañeros de estudio. En pocos años –no más de tres- había terminado un libro de cuentos –premiado en los Juegos Flores universitarios de 1992-, fundado, junto otros amigos, una revista de crítica literaria –Dedo Crítico- y publicado reseñas y artículos en revistas y periódicos. Así he seguido, hasta ahora, que llevo ya terminados dos libros de cuentos, dos novelas, tres tesis –una de ellas publicada-, y muchos artículos publicados en diversas revistas de la especialidad. En todo ese tiempo, al margen de las exigencias formales propias de cada caso –cuento, novela, ensayo, artículo académico o tesis-, siempre he tenido en claro que lo fundamental para llevar a buen puerto estos textos es tener algo que decir. Sin ese impulso –una imagen, idea, problemática-, toda escritura está condenada al fracaso.
Existen creadores que ejercen la crítica, estos han recibido una serie de calificativos como de "críticos practicante" según Eliot o practicantes de una comprensión hermenéutica desde el hacer-ser artístico según la clasificación de Mignolo, pero ¿Cómo llamaríamos a los críticos que ejercen la escritura creativa? ¿Ud. cómo se autodenominaría?
Desde una perspectiva teórica puedo aceptar la pertinencia de establecer categorías y distinciones entre la creación literaria y la crítica literaria, donde en la primera se subraya el aspecto "creativo" y el "reflexivo" en la segunda. En ese sentido, hasta podría estar de acuerdo con los planteamientos de T. S. Eliot y con el mismo W. Mignolo. Pero si enfocamos el tema desde un plano de la experiencia creativa esos argumentos se difuminan, pues ningún creador que también ejerce la crítica puede ser en un momento solamente "creativo" y en otro "reflexivo". Siempre es uno mismo, y siente que todo acto escritural es creativo y, a la vez, reflexivo. No me imagino al Vallejo poeta, dejando de ser poeta cuando escribió
Contra el secreto profesional, o a Vargas Llosa menos narrador al escribir sus ensayos y artículos, y mucho menos a Arguedas dejando de ser ese atormentado fabulador del mundo andino cuando escribió "No soy un aculturado". Eran las mismas personas, lo que cambió es el producto –poema, cuento, novela, ensayo, tesis- es decir lo que cambió fue el estilo, la forma de concretizar su necesidad de expresarse. Por consiguiente, yo pienso que el asunto no es si eres "creador" o "crítico" sino si tienes la habilidad suficiente para expresarte en distintos estilos y responder a diferentes exigencias formales. Personalmente, me siento más cómodo escribiendo cuentos y novelas, pues me permiten mayor libertad formal, aunque hay un mayor desgaste emotivo –puede ocurrir que te provoque conductas suicidas. Los artículos académicos y, sobre todo, las tesis me suelen provocar tedio, pues exigen una estructura, tipo de redacción y selección de contenidos más "reglamentados" que otras formas de expresión literaria, pero sus satisfacciones económicas suelen ser más inmediatas.
En este
mismo sentido, suele existir una común aseveración que descalifica al crítico y
teórico literario que ejerce la escritura creativa, salvo raras excepciones
como las de Eco por ejemplo. ¿Cree Ud. que un crítico es incapaz de realizar
una labor creativa?
Bueno, tomando en cuenta mi anterior respuesta, obviamente que no. Lo que sí es cierto es que –salvando contados casos, como el de Umberto Eco- la mayoría de buenos críticos y teóricos de la literatura son muy malos creadores, como también ocurre que los grandes novelistas y poetas no suelen ser los mejores críticos o teóricos. Hay muchos, demasiados, casos que no menciono para evitar herir susceptibilidades poéticas e intelectuales.
¿Cuáles cree Ud. que son los argumentos capaces de rebatir las causas esgrimidas por quienes defienden ideas como la arriba expuesta? Ideas como las que sostienen que "el manejo de distintas categorías teóricas ejercen un contundente raciocinio en el sujeto, éste piensa en abstracto y todo lo ve objetivamente" ¿Qué opina Ud. al respecto? (Podría asociarnos su experiencia y lo que percibía en algunos miembros de su generación).
Mira, en principio creo que no hay incompatibilidad entre ejercer la creación literaria o la crítica, y que todo depende de la habilidad y talento de cada uno. Pero también pienso que, de hecho, el ejercicio de ambas puede influir en un aspecto muy importante para la creación: la prosa. Por ejemplo, entre el primer Mario Vargas Llosa, de La ciudad y los perros o Conversación en la Catedral, donde presenta una prosa coloquial, rápida, fresca, atenta a los rasgos orales de sus personajes, y el último Vargas Llosa, de El sueño del celta, de prosa más tediosa, a ratos excesivamente descriptiva y menos atenta a los giros coloquiales de sus personajes –por ejemplo, los amazónicos-, se denota el impacto de varias décadas de ejercicio crítico, que ha convertido su novela en una contundente denuncia de la barbarie del colonialismo occidental. Lo contrario ocurre con Octavio Paz, cuyo registro poético domina todos sus ensayos, al punto de convertir las tesis centrales de estudios como El laberinto de la soledad en grandes metáforas, en este caso sobre la identidad mexicana. En ambos casos, por tratarse de grandes escritores, han salido bien librados de este contacto entre los rigores que exige la redacción crítica y las libertades que otorga la prosa literaria, produciendo obras de excelente factura, como son las mencionadas líneas arriba. Entonces, más que un problema de categorías teóricas o abstracción de pensamiento, el ejercicio al unísono de la crítica y la creación presenta un problema para la redacción académica y prosa literaria que, dependiendo del talento del escritor, puede librarse exitosamente. Ahora, también pueda pasar que con el tiempo un escritor vaya siendo consciente de sus capacidades y limitaciones y termine decidiéndose por una de las actividades. Recuerdo el caso de José Miguel Oviedo, Miguel Ángel Huamán y Camilo Fernández Cozman, que empezaron como buenos poetas y hoy se dedican exclusivamente a la crítica. Y también el caso contrario, como Róger Santivañez, que empezó como un buen estudiante de literatura, crítico en ciernes y alumno predilecto de Antonio Cornejo Polar, y que un buen día decidió dedicarse sólo a la poesía.
Otra de las ideas constantemente
discutidas, problematiza la concepción o pertinencia de lo "subjetivo"
dentro de la literatura en general. Existen diversas posiciones, por ejemplo,
que plantean el despojo total de lo subjetivo dentro de la crítica literaria y
otra que postula el aumento de lo objetivo dentro de la creación. ¿Cree que
esto tiene sentido en razón al ejercicio crítico y/o artístico?
El signo de la literatura es la libertad, por tanto no se puede poner cortapisas a su realización. Y cada vez que se tratado de dominar su genio con dogmas estéticos, categorías teóricas o decretos de gobierno han fracasado. Aunque, es cierto que la objetividad "debería" ser el sino de la crítica, pero eso, más que una condición.
¿Por qué cree Ud. que estas y otras ideas se mantienen arraigados en muchos críticos y escritores? O ¿Se tratará de una "envidia profesional", como alguien dijo por ahí, que busca negar lo que se hace o simplemente calificarlo de malo?
Esas "ideas" han existido siempre, aunque en algunas épocas han sido más evidentes que en otras. En el Perú, donde la institucionalidad literaria es débil, pueda que sea mayor y eso impida un diálogo fluido entre ambas partes, como ocurre en otros países, donde es difícil imaginar a un narrador liándose a golpes con un crítico en un conversatorio, tal como ocurrió hace unos años en la Universidad Católica. Incluso, hace poco unos profesores e investigadores de la U. de Lima, en un afán de ser objetivos y democráticos, prepararon una antología de poesía peruana previamente consultada a un centenar de profesores, críticos y poetas que ejercían la crítica. Sin embargo, apenas fue conocida la lista de seleccionados los integrantes de Horazero, famosos por auto-nombrarse "poetas representativos de la década del setenta", comenzaron a difundir libelos contra los promotores de la antología, descalificando, cual gremio de fascistas, a todos los que intervinieron con buena voluntad en esa empresa. Esto revela, lamentablemente, la mentalidad subdesarrollada de algunos núcleos de escritores en el Perú, que tratan de suplir su mediocridad artística con actos petardistas y mezquinos.
Quisiera terminar preguntándole ¿en
qué campo se siente más a gusto al trabajar? ¿Qué significan para Ud. los
premios que obtiene en el extranjero? Y ¿Qué proyecto nos tiene preparado
Carlos García Miranda?
Obviamente la creación literaria, por todo lo expuesto, siempre resulta más placentera que los rigores que impone la redacción de artículos, ensayos o tesis, aunque, pasadas las primeras páginas o capítulos, cuando ya las ideas están claras y comienzan a fluir, no dejan de proporcionar cierto placer. Además, está el tema de los momentos creativos –que los griegos llamaban "furor poético"-, que no suelen ser prolongados, sino más bien –por lo menos en mi caso- breves e intensos: aparecen súbitamente y se van, dejándome una imagen que borroneo apuradamente en alguna libreta y que luego, dependiendo del impulso, desarrollaré en forma de poema, cuento o novela en tiempo indeterminado. En la investigación literaria, dependiendo del plan que se proponga, se puede tener mayor dominio de estos momentos, organizando las horas que se puede dedicar tanto a la lectura de la bibliografía como a la redacción del trabajo en sí.
Con respecto a los premios, sin considerarlo una finalidad, me resultan un buen estimulo para seguir escribiendo, pues a veces resulta –pocas en realidad- que teniendo en mente la fecha de cierre de un concurso determinado logro terminar un cuento o, incluso una novela. Asimismo, el lograr el primer premio o una mención ayuda a fortalecer la confianza en uno mismo, sin la cual creo que poco se puede avanzar en el oficio de escritor. Incluso, el perder también ayuda, pues se trata de contraponer una verdad –la fe en uno mismo como escritor- frente a la de otros –el jurado- que, valga a saber por qué motivos, dejaron de lado tu trabajo. En realidad, se puede afirmar con poco margen de error que no hay escritor que en algún momento de su vida no haya tenido una experiencia en concursos literarios. El caso más emblemático que conozco es el de Roberto Bolaño solía enviar un mismo cuento a diferentes concursos, tomando la precaución de cambiarle el título y verificar en las bases que de ganar no sería publicado, para así poder volver a enviarlo a otro.
Sobre mis proyectos, pues te diré que en unos meses debe salir mi estudio sobre el tratado sobre religión andina de Polo de Ondegardo, un cronista español del siglo XVI, además de algunos artículos sobre la crónica de Felipe Guaman Poma de Ayala, cronista indígena de finales del siglo XVI. También espero que pronto pueda ver la luz mi colección de cuentos Superficies, finalista en el concurso internacional de España y con varios cuentos premiados en otros concursos, y mi novela El hombre de Pompeya, un road movie que transcurre en Lima, Madrid, París y Roma. sine qua non, es un deseo difícil de cumplir, por no decir imposible; del mismo modo, es imposible ser absolutamente subjetivo en la creación, pues de hecho tomamos todo lo que queremos de nuestro entorno, incluso a veces historias de otros…