Elías Nieto
Un día como hoy, en el 2005, el
Huracán Katrina asoló Nueva Orleans en los EE.UU., dejando más de 600 mil
damnificados. Desde aquel desastre, el
cine ha llevado a sus pantallas, desde diversas perspectivas, los efectos de la
catástrofe, por lo que en el siguiente post pretendo reflexionar en torno a una
de las películas emparentada con la efeméride arriba citada.
La película La niña del sur
salvaje (Bestias del sur salvaje -en España- o Lejos
de tierra firme -en algunos países latinoamericanos) ha logrado
posicionarse como la propuesta de ficción más recomendable en esta segunda
mitad del año.
En base a la consigna de que una
interpretación nunca puede ser sencillamente externa a su objeto, propondré una
lectura desde el proceso de enunciación y consumo.
El director Benh Zeitlin sitúa
su ópera prima en
una zona pantanosa del Mississippi, en una comunidad a las afueras de Nueva Orleans que
sufre las devastaciones de una histórica tormenta. En ella la
protagonista, "Hushpuppy" (Quvenzhané Wallis, la actriz más joven en
ser nominada a un Oscar de la Academia), nos introduce a un mundo paralelo lleno de elucubraciones
e imágenes en apariencia antitéticas, pero en el trasfondo
complementarias.
El inicio de la película nos plantea
una celebración de la vida a través de lo que podemos denominar una
"carnavalización", en términos de Bajtín. La categoría es aplicable
en tanto la comunidad en la que vive Hushpuppy representa a la cultura norteamericana no oficial, que
mediante su celebración pretende anular la figura autoritaria que el gobierno
le trata de imponer desde el otro lado del dique. A lo largo de la película la
celebración se convierte en una resistencia decidida que
busca subvertir el mundo social jerarquizado para convertirlo en
un mundo en el que se pueda aprender a sobrevivir sin la mano castigadora del
"Otro".
Ciertas lecturas
miopes sostienen que la película peca al mostrar una vida marginal totalmente artificial, una
vida bajo condiciones paupérrimas que no tiene el realismo necesario para
constituirse en una denuncia contra el Estado capitalista. Los que
sostienen ello, se olvidan, o confunden, que los códigos de una obra de
ficción no tienen que basarse estrictamente a los códigos establecidos por la
realidad, ya que la ficción es un modo de
crear realidad cinematográfica sobre la base de elementos de la realidad
existente: no se excluyen, sino se complementan mutuamente, su diferencia es
gradual no esencial. De esta manera, ninguna de las dos puede prescindir de la
realidad y difieren en el grado de fidelidad o de alejamiento del modelo
imitado, o, en otros términos, en el grado de obediencia a las exigencias
de lo que se denomina verosimilitud.
Desde este punto de vista,
contemplamos en La niña del sur salvaje, a través de la técnica de "cámara
en mano", el mundo de Hushpuppy, un mundo
cargado de una retumbante banda sonora que es acompañada por una
voz en off (de la protagonista), una voz que resulta extraña por su contenido
(las reflexiones no parecen propias de una niña de seis años), pero oportuna
para la metáfora final que propone Zeitlin
A diferencia de la película Lazos de
sangre, La niña del sur salvaje
no se conforma con mostrar la miseria en la que viven algunos
norteamericanos, ni tampoco apela a la jugada característica con la que Kaurismaki
estructura con un arte de orfebre sus películas, mostrándonos, religiosamente,
los lados oscuros de la "perfecta" sociedad finlandesa.
Esta película tiene una carga
semántica enorme, ya que a través de la mirada
fantástica de una niña observamos como los diversos momentos catastróficos de una
vida (el abandono de una madre, la enfermedad mortal de un padre, un desastre
natural y la invasión del “extraño”) se
pueden sobrellevar a través de la sensibilidad, por lo tanto la
narración sufre una serie de bifurcaciones que no atentan contra la trama, al
contrario, terminan cargándola de "poesía"
La lucha del pueblo, que nunca se desmoraliza ni rinde, es el pasaje de una intrahistoria donde los héroes anónimos se resisten a la ocupación y tienen que cambiar su ternura y fragilidad peculiares para con la naturaleza, por una valentía inquebrantable, una valentía capaz de enfrentarse contra el invasor que viene a sacarlos de su mundo, uno que, a pesar de haberse destruido, les sigue perteneciendo, pues la destrucción se produjo al desatarse un desequilibrio con el universo.
Los pasos de las niñas (con
aspecto de mujeres que han vivido años de lucha) al finalizar la película, se
superpone al avance de las bestias. Al llegar frente a la casa donde su padre
agonizante la ve desde la ventana, Hushpuppy no siente temor y se enfrenta, sosteniéndo la mirada, a un
peligro monumental que termina arrodillándose ante ella.
Finalmente la inundación se produce también en su alma, el
agua trata de borrar espacios de convivencia y felicidad, y justamente cuando
ella se encuentra frente a la muerte, su temor fantástico con la llegada de las
bestias se resuelve, pues las bestias del sur salvaje llegaron al pueblo para
testimoniar, no sobre su llanto, sino sobre estas palabras:
“Cuando todo está tranquilo en mi
mente, veo todo lo que me creó volando a mi alrededor (…) Puedo ver que soy una
pequeña pieza en el inmenso Universo y así todo está bien…”
Los sobrevivientes se alejan en marcha
triunfal, agitando banderas, mientras los corazones de padres e hijos buscan
secarse algunas lágrimas y entender que en una película lo importante no solo
es lo que se cuenta, sino como se cuenta y como nos vemos a nosotros mismos en
ella.