El observador
Éste es el hombre,
el nobilísimo verdugo,
lo veo inclinarse,
veo las cuatro paredes de su reino,
la línea débil de sus brazos.
Hoy vivo con el desconocido
y desde afuera le digo
que olvide al tiempo,
que no lo guarde doblado
en su pequeño cajón de escolar,
que vea su vuelo,
su salud profunda de viajero,
que lo siga de lejos.