lunes, 24 de junio de 2013

EL HURTO A LA SEMILLA



 Elías Nieto

¿Cómo quieres que salga, ah? Si estoy aquí, desnuda en medio de la oscuridad. Si solo tengo mi cuerpo al que encojo de hombros esperando que antes que  la luz lleguen tus promesas. ¿Tan lejos están las velas que saliste a buscar? “Acá nomás, dijiste” y ese acá parece escapársele a mis manos, ¿cuándo, Nacho, cuando las traerás?

Estoy sola y asustada besando mis rodillas de plata, recordando cuando te vi por primera vez, un muchacho hermoso y enclenque, un adonis nada preocupado por agradarle a la gente. ¿Por qué demoras tanto, Nacho? Sabiendo que esta oscuridad me muerde los labios, que temo al ruido del silencio, a las arañas pegajosas que colgadas me ven desde el techo. “Quédate aquí, no te muevas” me dijiste y ¿cómo esperas que no lo haga?, si este cuarto parece el universo y a donde me mueva seguiré sin avanzar, sin poder recorrerlo por completo. 
Estoy desnuda, Nacho, ¿cómo esperas que no lo haga? Si estoy atada a una vestimenta de entierro, una vestimenta funeraria capaz de adherirse a la piel y pudrirse con los huesos, hacerse polvo, porque de polvo somos y al polvo volveremos, ¿verdad, Nacho?

Algo sube por mi espalda, Nacho, y no son las arañas del techo, es el tiempo. Todo es tan oscuro, que cuando regreses dudaré hasta de mi propio cuerpo y te pediré que lo reconozcas, que me digas si soy yo la que ha estado esperándote, la que se quedó a oscuras y en silencio mientras tu salías corriendo por las calles, tocando puertas, esquivando sabuesos que  se enredaban con sus colas, luchando por obtener una que otra vela consumida por el tiempo, deteriorada por el cansancio; y tú correrás, correrás por volver aquí, porque sabes lo duro que es estar en medio de las tinieblas, en medio de un aire que se oprime contra mi pecho; y llegarás y yo te abrazaré tan fuerte que mi cuerpo desnudo y tu cuerpo cansado serán uno, uno solo acompañado de una llama, de una vela que goteando se consumirá y nos dejará en la oscuridad, oscuridad como la que ahora acaricia mi pelo, lo revolotea hasta que se convierte en un buitre que quieren salir volando llevándose mi cabeza. ¡Ayyyyyyyyy! Como duele, como duela la espera, Nacho, como duele.

Yo te regalé el cielo, pero solo lo tuviste  cuando me miraste desde mi vientre. Ahora todo es vacío y tan remotos están tus pasos que siento que se me congelan las palmas de las manos. Ya no quiero besar mis rodillas, quiero mirarme a un espejo, imagino uno frente a mí, pero en el reflejo no aparece mi imagen, apareces tú, Nacho, tú estás mirándome con esos ojos saltones que tanto me gustan…¿Esto es una pesadilla? ¿Es la vida?

Sabes qué, Nacho, ya no vuelvas, vete a la mierda y ya no vuelvas.
 

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