lunes, 31 de diciembre de 2012

A Roma con amor

Elías Nieto Raymundo



La primera película de Woody Allen que recuerdo haber visto fue Annie Hall, e inmediatamente descubrí la existencia de un tipo de comedia en Hollywood que fuera  capaz, apelando a una dosis de cultura intelectual, de mostrarnos que la vida es una risible tragedia. Después vino Manhattan  e Interiores, pero fue realmente con  La rosa púrpura del Cairo que llegué a la conclusión de que el escéptico Woody podría enseñarnos, como lo afirma Gérard Genette, un modo particular de metalepsis mediante el cual podemos conectar nuestro mundo “real” con el mundo ficcional de la diégesis fílmica.

El año pasado, Woody Allen brilló por su ausencia (no por cábala) en la entrega de los premios Óscar en la que fue galardonado con una estatuilla por el “Mejor guion original” de Medianoche en París, película que justamente le ha valido el mayor éxito comercial en su vida como cineasta.

De A Roma con amor a Medianoche en París  hay un enorme abismo, como los hay con Vicky Cristina Barcelona y otras de sus últimas películas. Este abismo no se da únicamente en el nivel de la película, sino en la comparación de cada uno de sus elementos que van desde el guion hasta el manejo de los actores, como por ejemplo el trabajo de una Penélope apasionada y atormentada a la misma vez hablando español y al lado de Javier Bardem dista mucho de su papel como prostituta de la upper class.

A Roma con amor nos muestra cuatro historias distintas, en este post voy a referirme solo a una de ellas: la de Leopoldo Pisanello, interpretado por el recordado Roberto Benigni (ganador de un Óscar en 1998 por mejor actor gracias a su trabajo en  La vida es bella), quien siempre resulta ser una garantía para arrancarnos una sonrisa.



Mario Vargas Llosa  refiere en La civilización del espectáculo, que la chismografía es uno de los factores clave en el  entretenimiento que nos brindan los medios de comunicación; el inmiscuirse en la vida de las personas y mostrarnos sus trivialidades como si fueran acontecimientos trascendentales es la tarea que parece haber asumido la prensa en los países occidentalizados.

En este análisis, Vargas Llosa se refiere a Woody Allen como un cineasta de ingenio (por oposición a uno de “inteligencia”, como Buñuel), y creador de banalidades. En este punto no concuerdo plenamente con el autor de Conversación en la Catedral, de la misma forma que discrepo con su abierto desprecio contra los aportes de los posestructuralistas franceses. Vargas Llosa considera que el cine es un medio artístico, al igual que la literatura, puramente de construcción intelectual, en el que está prohibido el humor por no contribuir con la crítica; sin embargo, ¿qué pensará Vargas Llosa sobre algunas de sus novelas como Pantaleón y las visitadoras y Elogio de la madrastra en relación a tales afirmaciones?

A pesar de esto, la lectura que Vargas Llosa nos ofrece en su libro, nos la muestra también Woody Allen en su película, lo único que cambia es el código y la  manera particular de ver las relaciones humanas en el mundo de hoy.
El humor nunca ha sido un impedimento para la crítica, al contrario, es una de las pocas formas que tenemos los seres humanos, según Freud,  a través de la cual nuestro inconsciente puede negar la realidad y presentarnos una gama de deseos inducidos muchas veces por el medio en el que nos encontramos.


En relación a esto, la historia de Leopoldo Pisanello, personaje estereotípico, no es más que un ciudadano romano de a pie, un hombre engullido por la rutina, un hombre común, con ideas comunes. Es un hombre a quien nadie escucha, va al cine con su esposa y ni ella le presta atención, sus palabras son ignoradas por todos, simplemente porque es un “don nadie”.

Sin embargo, todo esto cambiará de la noche a la mañana. Leopoldo sale como todos los días de su casa para ir al trabajo y en la puerta se encuentra con un grupo de  reporteros desenfrenados que se pugnan por sacarle unas palabras. Una de las preguntas que le hacen en un estudio televisivo es “¿Prefiere el pan tostado blanco o el integral?”, interrogante que vincula la labor de la prensa hoy en día en nuestra sociedad, la exhibición de las nimiedades son llevadas a los extremos más insospechados. Pisanello pregunta “¿Por qué soy famoso?” y la respuesta que le dan es: “Para ser famoso”, queda entonces manifiesto lo absurdo en la función de la prensa, las respuestas no existen, lo que se busca es “convencer”.

El acoso de la prensa inicialmente a Leopoldo le parece agobiante, no soporta los asedios que violan su intimidad, los pedidos de autógrafos y las preguntas que indagan sobre la posición en la que durmió o por la hora en la que se rasura. Pero todo esto, irá agradándole poco a poco. Los medios de comunicación lo han endiosado y él se da cuenta de las ventajas que esto le genera. Ya no pasa desapercibido en ninguna parte. Dice que posiblemente llueva, como quien dice cualquier barbaridad, y entonces los reporteros toman esta afirmación como una noticia de último minuto que puede cambiar el devenir mundial. Junto a su esposa asiste a la premier de una película y los reporteros consideran que sus ropas de feria de caridad son el último grito de la moda.

Ante todo esto, Pisanello reconoce las ventajas de ser famoso, pues tiene la admiración de sus colegas del trabajo y la atención de las mujeres más exuberantes, hasta llega a cumplir sus fantasías sexuales. Las ventajas de ser una celebridad, como se lo recuerda su chofer, es que en nuestra sociedad existe para recibir privilegios especiales. Entonces Leopoldo acepta todo esto, aunque con sus palabras trata de negar su posición, consigue disfrutar de una vida fascinante que le dio la prensa.

Y así como esta le dio furtivamente una vida mediática con infinitos privilegios, de la misma manera se lo arranca raudamente, al punto que Leopoldo no comprende lo que sucede y cree inicialmente sentirse feliz; sin embargo, se da cuenta que todo el espectáculo que giró a su alrededor le encantó y lo sedujo, ahora al no tenerlo se siente desesperado, al punto de desquiciarse en la calle y empezar a gritarle a los transeúntes que él es el famoso Leopoldo Pisanello.

Los periodistas lo cambian por un conductor de ómnibus, y nuevamente se repite la misma dinámica.

La historia buscaría mostrarnos que la identidad no existe, todo es ilusorio, lo real no existe, solo existe la vida que nos imponen los medios de comunicación a través de su universo simbólico, pues en el inconsciente colectivo ya se han sembrado las palabras con las que justamente termina esta historia en la película: “La vida, a veces, es muy cruel. Y no da satisfacciones, ni a quien es rico y famoso, ni a quien es pobre y desconocido. Pero ser rico y famoso, entre las dos, es definitivamente la mejor

martes, 27 de noviembre de 2012

Ese puerto existe/Blanca Varela




El observador


Éste es el hombre,
el nobilísimo verdugo,
lo veo inclinarse,
veo las cuatro paredes de su reino,
la línea débil de sus brazos.

Hoy vivo con el desconocido
y desde afuera le digo
que olvide al tiempo,
que no lo guarde doblado
en su pequeño cajón de escolar,
que vea su vuelo,
su salud profunda de viajero,
que lo siga de lejos.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Para vivir mañana/Wáshington Delgado

PARA VIVIR MAÑANA

Mi casa está llena de muertos 
es decir, mi familia, mi país, 
mi habitación en otra tierra,  
el mundo que a escondidas miro.
 
Cuando era niño con una flor 
cubría todo el cielo. 
¿De qué cuerpo sacaré ahora sombra 
para vivir con un poco de ternura?
 
Escucharé a los muertos hablar 
para que el mundo no sea como es 
pero debo besar un rostro vivo 
para vivir mañana todavía.

Para vivir mañana debo ser una parte 
de los hombres reunidos. 
Una flor tengo en la mano, un día 
canta en mi interior igual que un hombre.

Pálidas muchedumbres me seducen; 
no es un instante de alegría o tristeza: 
la tierra es ancha e infinita 
cuando los hombres se juntan.
  

jueves, 22 de noviembre de 2012

Poemas/Carlos Germán Belli




Después de conocer la situación


Después de conocer la situación
del célebre ofidio del circo “Capitán Kid”,
del caballo,
de los perros de la calle Abancay que tiene tanto tránsito
y de muchos animales que habitan en el fondo del mar,
encima del aire
o bajo tierra.
después de conocer el destino
de la flor de la maceta sobre el zócalo al estilo de 1912,
de los árboles
y de infinitos vegetales,
después de usar mucho tiempo
una taza hecha en el Sur,
una cuchara de aluminio,
una cama,
después de tantos años de amar con locura
a una y a otra novia
de diferente ancho, pelo, voz,
sonrisa, religión,
corazoncitos,
a continuación de numerosas lecturas,
exámenes, sondeos, cálculos sobre el medio ambiente,
me colocan en una cáscara de huevo
y doy de saltos
de cocina en cocina
sin remedio.