Mirar la cotidianidad
Elías Nieto
Gus Van Sant es un director de "atmósferas", un director que privilegia el desplazamiento de sus personajes en determinados espacios cargados de colores sólidos que se contrastan con sonidos tan propios y tan extraños a la vez. En este punto me recuerda el trabajo de Michael Haneke en su película Escondido, pero a diferencia del alemán, Gus no busca atolondrarnos, no trata de manipularnos hasta hacernos sentir culpables de las intrigas que sufren sus atormentados personajes, al contrario, lo que busca es adormecernos como espectadores y se limita a "mostrar" sin ninguna otra intención que el de generarnos más dudas e interpelaciones sobre a vida misma.
Como cuatro años más tarde lo va hacer en Paranoid Park, Gus Van Sant en Elephant despliega un conjunto de recursos apelando a lograr el mayor realismo posible. Cada escena de la película se encuentra dotada de los elementos más triviales de la vida. La cotidianidad en la que los personajes se desplazan está arraigada en sus conversaciones que van desde las atracciones físicas hasta la complicidad de una bulimia en los baños. Estos personajes son adolescentes norteamericanos de una clase acomodada que viven en la mera superficialidad hasta que un día a dos de sus compañeros se les ocurre ingresar al Instituto para asesinarlos.
En la película importa poco lo fidedigno del guion con respecto a los acontecimientos ocurridos en la matanza del Instituto de Columbine, lo que realmente vale la pena es ver como los personajes, sacados de la realidad e insertos en la película con sus propios nombres, carecen de personalidad y no hacen más que vivir en lo cotidiano, están carentes de toda particularidad, de ahí que la cámara los siga de espaldas para mostrarnos pasillos y ambientes ante los cuales ellos no parecen reaccionar porque ya forma parte de su vida, no es más que seguir la misma rutina de todos los días. Las impresiones fotográficas que hace Elías, el rechazo que sufre Michelle, la pena que siente John, las acostumbradas excusas de Nate y su novia Carrie y la banalidad de las conversaciones de Brittany, Nicole y Jordan; se verá alterada únicamente por la peor de las violencias, sin embargo, incluso esta violencia parecerá ser algo más de lo cotidiano.
Es tal el clima monótono que nos muestra la película, que cuando la violencia se patentiza en las acciones de los adolescentes asesinos, pareciera ser parte de sus videojuegos contrastados por la sosegadora música de un piano. Esta violencia Gus Van Sant no trata de explicarnosla, no busca que tomemos partido por los motivos en la decisión de un crimen o que indaguemos en la trama alguna conducta patológica que nos dé respuestas psicológicas, sino que cada uno de nosotros saquemos nuestras propias conclusiones mientras asistimos a una maquinal descarga de balas.
Con un fabuloso contrapunto narrativo y una múltiple ocularización, Elephant también puede leerse como una intrahistoria que cuestiona muchos puntos flojos del sistema social norteamericano, al fin de cuentas, todas las lecturas son válidas para una película tan fascinante .
Su carente linealidad en el orden del discurso contrasta con su tono lírico, como cuando abre y cierra con el plano de un cielo que se ensombrece para llenar el espacio de un total extrañamiento.
El cine de este director sin lugar a dudas nos invita siempre a mirar la cotidianidad como un fenómeno que nos engulle día a día.
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